Caldas

CALDAS AÚN VIVE, ES INMORTAL.

Caldas


Lo intentó todo pero las condiciones se pusieron en contra, replegando sus ejércitos fué capturado y enviado a Bogotá. Exactos doscientos años atrás, en un día de octubre como este, sentenciarían a Francisco José de Caldas a fusilamiento y al clamor de la gente por piedad, rebuznaría Pablo Morillo ó un tal Pasqual Enrile, que “España no necesita de sabios”, respuesta tan clásica en el estilo del estupidísimo conservador, disculparán mi redundancia; A Caldas lo detendrían en la Universidad del Rosario de Bogotá y luego lo llevarían a improvisado patíbulo frente a lo que es hoy el museo del oro. El asesinato iba con la intención de literalmente descabezar la revolución, borrar la fuerza intelectual del movimiento de insurrección, pero la siempre retrasada mentalidad ibérica de ultraderecha falló, la arrogancia es MUY cara y el magnicidio se volvería uno de los más importantes motivos para que en tan solo tres años los invasores salieran con sus misóginos “virreyes” disfrazados con faldas, atemorizados, ocultos, huyendo de una fuerza que había organizado a Bogotá en una agudeza semejante a la del filo de la espada de Bolivar, que ya venía glorioso del puente. El conservadurismo lleva más de 500 años demostrando la incapacidad que se padece para aprender cuando se está a la ultraderecha, y la historia señala que todavía hoy España necesita urgentemente de sabios, pero sobre todo de prudencia.

A Caldas no lo pudieron matar, por que las ideas cuando tienen ese tipo de vuelo majestuoso no pueden ser acabadas por una cosa tan burda como una bala, mas bien al contrario, el tiempo tarde o temprano posibilita su renacer, y es justamente esa sabiduría la que le ha permitido a nuestra patria como en otrora y aún hoy, el sobrevivir y hasta enfrentar, incluso hasta el laurel, cuando la batalla casi siempre a primera vista pareciese perdida, porque eso eres mi Latinoamérica, vigor, valentía e inteligencia incluso en la adversidad. Ya habrás notado que dentro de los más preciosos artilugios de la naturaleza se encuentra esa virtud de multiplicar aquella rama cortada artificialmente: Caldas aún vive.

Esa tarde de octubre el conservadurismo español disparó a un hombre tal y como lo hacen los cobardes traidores: por la espalda, en indefensión, amarrado. “Pensaron” que si asesinaban a Caldas matarían la idea, pero fallaron porque mucho antes de partir, aquel precursor de tantas ramas de la ciencia y la Ingeniería en Colombia, ya había asegurado miles de semillas en lo más fértil de la tierra que es la conciencia humana; el Procer dejaba los diseños de las fábricas de armas para los ejércitos patriotas, precisas mediciones celestes triangulando estrellas y planetas, para saber en donde estábamos ubicados y reconocer nuestra grandeza, dejaba las fórmulas de la pólvora, una gazeta Bogotana con cientos de artículos científicos de vanguardia que serían estudiados con detenimiento en Europa, el descubrimiento del hipsómetro para entender nuestra verdadera altura, trabajos que aún son vigentes en Botánica y cartografía para saber lo que somos y tenemos, las maquinarias con las que se defendió Cartagena, Antioquia, el Cauca y con las que finalmente obtuvieramos la gloria de nuestra Independencia. Estaba inscrito en su título el de abogado, pero no puede encasillarse al genio bajo una etiqueta cuando tal mente fuese capaz de tantos prodigios. Aunque dispararan mil veces contra ese cuerpo y luego con saña apuñalaran uno de sus brazos, para los idiotas españoles ya era tarde, El Sabio en su moralidad de combate, propia del guerrero imbatible, ya había demostrado como hacer del Símbolo y la Ecuación una vigorosísima espada. La Ingeniería Colombiana hizo parte de uno de los más bravos Escuadrones de Lanceros del Ejército Libertador de América, y tantos aún sentimos y llevamos esa bandera invicta, ondeante, ese fuego intacto en el alma como un Juramento Sagrado de vida, que viaja en el tiempo hasta el Gabo, toca la intelectualidad insurrecta de Gaitán y se invoca en la red de redes para las nuevas generaciones, en nuestras universidades y centros de enseñanza, en todos los que han tenido la lúcida experiencia de la certeza de saber, que ahí, en la educación y el conocimiento, está el cambio, nuestra segunda y definitiva independencia, la UNIÓN LATINOAMERICANA, el camino a la Libertad y la respuesta a cualquier desafío. A Caldas no lo pudieron reducir ni fusilar, sépanlo,

CALDAS AÚN VIVE, ES INMORTAL. θ


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